domingo, 29 de diciembre de 2013

Amardulzura

Había una vez dos hermanos gemelos que habían nacido en una humilde familia. Uno de ellos se llamaba Amargo y el otro Dulce. Al contrario que a todos los hermanos a ellos nunca les solían dejar estar juntos, de hecho a veces si uno estaba presente era imposible que lo estuviera el otro. Así pasaban los años, cuando la familia quería celebrar las buenas noticias ahí estaba Dulce, y cuando las malas épocas les acechaban, ahí estaba Amargo. Hasta que un día ambos decidieron hablar y contarse como se sentían cuando no podían estar juntos en todos los momentos. Dulce le explicó a Amargo que le echaba de menos cuando todos celebraban algo, y Amargo le contó lo solo que se sentía en los momentos dolorosos. Ambos decidieron hablar con sus padres y explicarles la situación, querían empezar a estar juntos siempre, en lo bueno y en lo malo. Y así cada vez que había algo que celebrar en  casa, Dulce estaba feliz pero con Amargo cerca se daba cuenta de que esa felicidad debía guardarla para recordarla en los momentos tristes. Por su parte en los momentos malos, Amargo al ver a su hermano pensaba que aunque haya épocas duras, también hay momentos felices y que recordando esa felicidad se superaban mejor todos los males.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Diciembre



Comienza ese mes, ese que es el último del año, que te trae nostalgia en estado puro. Solo llevamos dos días y ya se han ido agolpando todos los recuerdos de este año,  cómo fue su comienzo, el frío romano, la familia, los amigos, las inseguridades, las certezas, los gatos portugueses, la satisfacción, la complicidad, la sonrisa, los retos, los reencuentros, el continuar creyendo, y aquí estamos en diciembre intentado definir con una sola palabra todo lo que pueda pasar en este mes. Encendamos las luces navideñas, impregnémonos de ese calor que sólo desprende el frío diciembre, y dejemos que las lágrimas que recorran nuestras mejillas, lleguen a nuestros labios y los hidraten para que no se nos hagan grietas al sonreír después. 




domingo, 8 de julio de 2012

Vida


Me dolió separarme de ella, al fin y al cabo era y es la mujer de mi vida, y lo sé porque cuando nos vimos por primera vez las dos llorábamos sin cesar. Hemos pasado tantos momentos juntas que quizá no sepa por cual empezar, de hecho si quisiera recordar el primer momento para empezar por él, seguramente no esté registrado en mi memoria. Somos felices cuando estamos juntas y eso es suficiente dosis para cuando hemos de alejarnos. Es curioso como ella me ha dado todo lo que tiene y aún así nunca he oído un reproche de su boca. Quizá es en los momentos en los que no la tengo al lado cuando me doy cuenta de que una madre es lo más preciado que puede haber en nuestras vidas. 



martes, 12 de junio de 2012

Nosotros decidimos


Solía quedarse sentada frente a la ventana de su cuarto viendo como las gotas de lluvia se estampaban contra el suelo, así, frágiles, sin tener ningún sitio donde agarrarse. 
Y en esos momentos era cuando se daba cuenta de que en ocasiones había sido como una gota de lluvia, se había dejado llevar hasta su destino sin oponerse a nada, dejándose caer hacia el suelo. 
Sin embargo cuando veía asomar algún rayo de sol entre las nubes desde las que caían esas gotas, recordaba que todos los días sale el sol y que después de la tormenta siempre llega la calma. 
Daba igual que su destino fuera estamparse contra el suelo, el caso era que nunca fuera una gota más para formar el charco, si no que fuese una de esas gotas que se evapora con el calor del sol y resurge con más ganas de seguir a delante que nunca.




"Ser valiente no es solo cuestión de suerte"

domingo, 27 de mayo de 2012

El valor de lo que no queremos tener

La taza de café que sostenía en sus manos desprendía demasiado calor, tanto que la ventana se empañaba con el vaho que provocaba. América solo movía su cuerpo para desempañar el cristal y así poder seguir mirando por él, sin perder detalle de los coches que pasaban por su calle, porque no quería perderse su llegada, llevaba tanto tiempo esperándola que a penas podía sostener sus ojos abiertos, pues el sueño pasaba factura y esta vez tenía muchas horas con las que pagarle. 
Aún así América seguía allí, sin inmutarse de lo que pasaba a su al rededor, ella solo miraba fuera, dentro ya no había nada que la importara. 
Su padre todas las mañanas la cepillaba el pelo y lo recogía en una coleta que ella se deshacía cuando él ya no la miraba. La desesperación había pasado a ser su nueva compañera de piso, su amante y su acompañante a todas horas, ya no sabía qué hacer para que su hija aceptara que su madre no iba a volver, pues es razonable que los muertos no vuelvan a la vida. 
Cada día intentaba hablar con ella pero era como hacerlo con una pared, ella no le respondía, ni tan siquiera separaba los ojos de la ventana. Pasaban los días y América aceptó por sí sola dormir por las noches, con la esperanza de que su madre no viajara en esos intervalos de tiempo, de todas maneras nunca la gustó conducir de noche. 
Los días se convirtieron en meses, y hasta en años, dormía, comía el plato de comida que su padre le ponía en su regazo y no pestañeaba. 
Hasta que ese plato dejó de estar en su regazo, su coleta no volvió a ser hecha, y ya no oía esa voz de fondo que intentaba convencerla de que no mirara más a aquella carretera. 
Ahora estaba perdida, y sin un sitio al que mirar, ya nadie cuidaba de ella y no sabía a quién tenía que esperar. 

lunes, 5 de marzo de 2012

Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros

Había días en los que era obligatorio mirar alrededor de uno mismo, darse cuenta de que el mundo estaba loco, y lo que era más importante, darte cuenta de que tú eras uno más de esos locos ciudadanos. Eran de esos días obligatorios para sentarte en el sofá, fumar un cigarro, recordar tiempos mejores o quizá peores, coger tu teléfono y llamar a una amiga, hablar hasta la saciedad de las maneras para arreglar el mundo, pero que sean más disparatadas a medida que avanza la conversación, colgar, ver una peli pastelosa y pensar que tu amor no quieres que sea de novela rosa, que si tienes que sufrir pues sufres pero a su lado. Son días en los que acabar tomando una cerveza antes de ir a dormir es el mandamiento número diez.






lunes, 20 de febrero de 2012

Ser valiente no es solo cuestión de suerte.

Carnaval, esa época del año en la que todos nos ponemos una careta y salimos a bailar.
Según se acercaban éstas fechas, se me vino a la cabeza el hecho de que quizá para algunas personas todo el año sea carnaval, pues son muchos los "fantasmas" que conozco.
Pero acto seguido pensé que en realidad toda nuestra vida es un carnaval, todos alguna vez en nuestra vida hemos sido quién no somos, hemos intentado emular a quién admirábamos y no nos dimos cuenta de que lo que realmente valía era lo que estaba dentro de nosotros. 
Sin ir más lejos, las chicas, en su mayoría, disfrazamos nuestra cara con diversos productos de maquillaje, y  los chicos, sobre todo últimamente, con sus músculos de gimnasio o sus pelos cuidados perfectamente y orientados a la moda de ese momento.
Es posible que esas caretas nos den más seguridad, pero algún día deberíamos pararnos a pensar y ver que el día que nos quitemos la careta y nos queramos tal y como somos, habremos descubierto el verdadero sentido de cada uno de nosotros.
Hay una frase que siempre recordaré: "Lo superficial  con el tiempo envejece, lo personal se enriquece".
Es cierto que no es tan fácil la práctica como la teoría, pero con el tiempo descubriremos que desenmascararnos puede darnos la tranquilidad de no ocultar continuamente algo que realmente puede ser maravilloso sin que nosotros lo sepamos. 

Feliz Don Carnal.



"...No digo lo que digo,
hago lo que no hago.
Al revés, al revés.
Porque ser valiente
no sólo es cuestión de suerte.

A veces no soy yo, busco un disfraz mejor
Bailando hasta el apagón
Disculpad mi osadía..."

(Vetusta Morla)