martes, 6 de diciembre de 2011

Nos importan más las noticias de ahí fuera, que las de ahí dentro...

Bianca miraba como caía la nieve a través de la ventana de su habitación, y a la vez sonreía. Diciembre era su mes favorito y aquella nevada confirmaba que ese mes ya estaba ahí. Se incorporó al oír la voz de su madre llamándola para cenar, corrió hacia las escaleras y bajó para sentarse a la mesa con sus padres y con su hermano. Mamá le sirvió la sopa como cada noche y después mientras cenaban miraban absortos a la televisión, también como cada noche. Era una costumbre que Bianca no entendía muy bien, pues papá llegaba justo antes de la cena a casa, y casi no podía hablar con él sobre las historias que le habían pasado en el cole.
Así que como siempre, Bianca terminaba de cenar, les daba un beso a sus padres y a su hermano y se subía a su habitación para meterse en la cama y esperar a que Morfeo la atrapase entre sus garras para sumirla en el más profundo de los sueños. Fue en uno de esos sueños en el que Bianca soñó que su padre ya no asistía a ninguna de sus cenas, y cuando terminaba de cenar ella solo daba un beso a mamá y otro a Darío, pero papá…papá no estaba. Bianca se despertó confundida, y a la vez asustada. Cuando bajó a desayunar, le contó el sueño a su madre y esta no le dio la menor importancia, solo le dijo que los sueños no querían decir nada, eran sueños y nada más. Aún así Bianca no estaba a gusto y aunque en el cole se distrajera bastante entre juegos y aprendizajes, cuando llegó la hora de irse a dormir deseo con todas sus fuerzas no volver a soñar algo parecido. Sin embargo volvió a suceder, esta vez estaban en una playa y Bianca veía como mamá jugaba con su hermano, pero cuando ella buscaba a papá para jugar, él no estaba, y por mucho que corriera por la playa en su búsqueda, él no aparecía.
Los sueños se fueron sucediendo, y aunque ella estaba muy asustada prefirió no contárselo a su madre pues ella le había dicho anteriormente que no debía preocuparse por algo así. Las semanas pasaban, incluso los meses, hasta que llegó al peor de los sueños, se vio vestida de negro, llorando, rodeada de mucha gente, también vestidos todos de negro y al lado un montón de tierra, además había una cruz y un sacerdote que oficiaba una misa. Esta vez Bianca se despertó empapada en sudor y pegando un salto de la cama, se fue corriendo a la cama de sus padres, despertó a su padre y le abrazó como nunca lo había hecho. Juan (su padre) estaba contrariado, no sabía porque su hija de ocho años había ido corriendo hasta su cama a las tantas de la mañana simplemente para darle un abrazo, sin embargo algo dentro de él supo que ese abrazo había sido lo más reconfortante de todo el día.
Juan le preguntó a Bianca que era lo que le ocurría, ella le dio la mano y le pidió por favor un vaso de leche. Juntos bajaron a la cocina, y entre sollozos Bianca le contó a su padre todo lo que había soñado a lo largo de esos meses. Juan no pudo evitar llorar y apretar la mano de su hija todo lo fuerte que podía, así hasta que amaneció.
 A partir de ese día, su padre apagó la televisión mientras cenaban y acompañaba todos los días a sus hijos a meterse en la cama. Desde que Juan practicaba ese ritual, Bianca no había vuelto a soñar con la pérdida de su padre. Con el tiempo, ella  entendió que lo que le había ocurrido en aquel entonces era que su padre no aparecía en su vida excepto para cenar, y aún siendo ese el único momento del día que compartían, él sólo miraba a la televisión, como si lo único que le preocupase fueran las noticias de ahí fuera y no las de ahí dentro. Así que, por eso ella soñaba con la pérdida de su padre, pues inconscientemente veía que si su padre seguía por aquél camino, en el futuro sería un total desconocido para ella.

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